miércoles, 3 de mayo de 2017

Prostituyente...

A propósito del llamado a constituyente “Comunal” hecho por el Presidente Nicolás Maduro, comencemos por el principio.
Una asamblea constituyente es una reunión nacional de representantes populares que asume el objetivo específico de dictar las reglas que, en el futuro, regirán la relación entre gobernantes y gobernados y el funcionamiento y distribución del poder, fundamento de su sistema político y social. Ese ejercicio soberano se conoce como poder constituyente al que deben someterse todos los poderes constituidos e instituciones públicas; un nuevo pacto social en el que todos los involucrados se comprometen a cumplir una vez que sea sancionado y aceptado por todos. Es la expresión democrática suprema por naturaleza y se invoca cuando se necesitan transformaciones radicales orientadas a cambios en las estructuras básicas del Estado.
Venezuela, y no es un secreto para nadie, sufre en los actuales momentos de la mayor y más grave crisis de todos los tiempos. La confrontación de modelos económicos incompatibles, la torpeza en el manejo de las políticas públicas, el nacionalismo mal orientado y la corrupción como variable económica, han llevado a Venezuela a un punto de intolerancia con respecto a toda la institucionalidad existente. Es muy sencillo suponer que un llamado a constituyente podría ser el inicio de la implementación de programas y acciones que concluyan con el mejoramiento de la calidad de vida de la población en general, sin embargo, la degeneración de las instituciones, la incompetencia e improvisación demostrada a lo largo de los últimos tiempos por quienes tienen la responsabilidad de gobernarnos, no sugieren que el problema sea nuestra constitución, que entre otras cosas, es muy joven y que con el tiempo ha sido aceptada por todos los involucrados. Para su promulgación contó con el apoyo de quienes gobiernan hoy y cuando fue amenazada por una reforma amañada y oportunista, fue defendida por quienes la adversaron en principio, lo que la convierte en una constitución apoyada por todos los sectores en dos momentos distintos de nuestra historia reciente.
El problema en Venezuela no es la constitución, la constitución de 1999 es un problema para el gobierno y su grupo de cómplices que ya no le interesa el carácter democrático de la misma.
El llamado a constituyente hecho por el ciudadano presidente, de manera oportunista y en términos que NO están consagrados en la constitución como mecanismo para su reforma o enmienda, no mejora en nada la situación de nosotros los venezolanos, todo lo contrario, en el mejor de los casos, lo único que consigue es ganar tiempo y evitar confrontaciones electorales negando el verdadero espíritu democrático que deben tener los comicios que están vencidos y los que están por venir.
No necesitamos una nueva constitución. Necesitamos que se cumpla la que tenemos.
El presidente ha firmado el decreto llamando a constituyente, con el “fin supremo” de dejarnos sin democracia en el marco de una democracia en apariencia, de darles carácter constitucional a sus intenciones de perpetuarse en el poder y convirtiendo en constitucional la miseria que vivimos. En otras palabras, la degeneración y prostitución política se hacen constitucionales.
Si los que nos gobiernan son una cuerda de ladrones, chulos y prostitutas políticas y son éstos quienes con este llamado redactarán una nueva constitución, mal podría llamarse constituyente, más apropiado sería llamarla  “Prostituyente”.
La pregunta que debemos hacernos todos es: ¿Nos vamos a dejar prostituir? Los buenos somos más. Venezuela es Venezuela antes de estos bandidos y será más cuando salgamos de ellos.
Así que, desde donde te encuentres, de la manera que tengas y puedas, NO te dejes prostituir. Abraza tu constitución, invoca el artículo 350 y oponte ante la pretensión de convertir a Venezuela en un bar de caminos.
NO a la prostituyente de Maduro!

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