sábado, 26 de enero de 2019

¿Y cómo hemos llegado hasta hoy?


¿Y cómo hemos llegado hasta hoy?
La historia reciente se ha escrito siempre preguntándonos por el futuro: ¿Qué pasará? ¿Cómo saldrán? ¿Quién vendrá? y quejándonos de lo que nos pasa. Pocas veces nos hemos preguntado ¿cómo llegamos hasta aquí?
La ausencia de revisión del pasado reciente es una clara forma de evadir responsabilidades y de omitir el agradecimiento a quienes han trabajado y arriesgado su nombre por hacer lo que tienen que hacer en su momento. Los venezolanos hemos pasado de ser amables y confiados a desconfiar de todos y por todo. Nos saboteamos la vida.
En los 40 años de democracia nos quejamos siempre porque para los pueblos “todo” no es suficiente. Es cierto que durante los gobiernos adeco-copeyanos no se hicieron las cosas del todo bien. Fueron los detalles que, de haber habido justicia oportuna, no habrían tomado el cuerpo que tomaron para convertirse, primero en queja de algunos, luego en protesta popular y finalmente en voto castigo. ¿Es acaso mentira que durante la era democrática la pacificación de los grupos guerrilleros fue un hecho, la nacionalización del petróleo y del hierro se hicieron realidad, la gratuidad de la educación, el impulso cultural, la realización de infraestructura, represas, autopistas, sistema eléctrico, medios de transporte, nos ubicaban como país en desarrollo? Fueron muchas las obras y mejoras que debieron ser recordadas de la era democrática, sin embargo, fueron las quejas y las ganas de sabotearnos las que nos llevaron a cambiar las cosas para elegir a Hugo Chávez en 1998 y a terminar con la democracia.
¿De quién es la culpa? ¿Valdría la pena preguntarse si fue de Caldera o Carlos Andrés Pérez? La verdad sea dicha, la culpa de la asunción de la revolución es de nosotros como pueblo con mala memoria y vocación al saboteo.
Hoy nos pasa igual. No basta la lección. Hoy seguimos pisoteando el trabajo de algunos para ser cada vez más críticos y crueles con el esfuerzo de quienes, con su valor y constancia, están trabajando por sacar a Venezuela de la miseria donde la han sumergido, la maldad de la revolución y la indiferencia del pueblo.
La revolución bolivariana es una dictadura del siglo XXI con elementos clásicos dictatoriales y evolución en su discurso para disfrazarse de democracia. No es menos cierto que durante su periodo se han hecho un mayor número de elecciones, pero parece que se olvida que convocar a elecciones no es la única condición para hacerse llamar democracia; el desempeño y respeto van de la mano con la consulta popular y es precisamente en estos dos últimos puntos en donde ha fallado la revolución. Desde hace un buen tiempo no buscan ideales, su única función es mantenerse en el poder para no pagar por sus crímenes y en eso han sido exitosos. Nos mienten descaradamente en todo momento y en todos los temas, son profesionales de la falsedad, manipuladores de la palabra y operadores de la ignorancia.
La oposición en sus distintas presentaciones se ha equivocado muchas veces, pero no por ello debemos olvidar el esfuerzo de algunos enfrentando a la dictadura. Ya basta de vernos como un enajenado mental que es engañado a cada rato por seres oportunistas que solo pretenden aprovecharse de los venezolanos para conseguir poder. Es este pensamiento el que nos llevó a Hugo Chávez y el que no nos permite hoy salir de Maduro.
No olvidemos a los caídos en nuestras marchas, no olvidemos el esfuerzo hecho por hombres y mujeres para que “El asunto venezolano” se conozca a nivel mundial. Hoy saludamos a Guaidó pero bien vale preguntarse ¿y cómo hemos llegado hasta hoy?
Por primera vez en mucho tiempo podemos decir que todo lo que se ha prometido en el pasado está pasando, pero no es el fruto de solo Guaidó, NO. Hay que rescatar el esfuerzo de los dirigentes que han llevado el mensaje a nivel global, la huelga de hambre hasta la muerte de Brito, las humillaciones sufridas por Lilian Tintori y su marido Leopoldo López, la lucha de ambos y su fe en un país mejor, la prudencia de Henrique Capriles al no llevarnos a un baño de sangre, la diligencia de Julio Borges al no aceptar las condiciones del diálogo propuesto por el gobierno en República Dominicana, el verbo deslenguado de Ramos Allup al obligar al chavismo a respetar a la Asamblea Nacional, la frase “Expropiar es robar” dicha por María Corina a un Chávez rabioso en una Asamblea Nacional con una oposición minoritaria. Por cierto, Lilian Tintori con Donald Trump y María Corina con George W. Bush, cada una en su oportunidad, se sentaron en el despacho oval dando a conocer la problemática venezolana así como también lo hicieron con otros presidentes del mundo, Ledezma y muchos otros. Nuestros muchachos muertos por poner el pecho contra las balas asesinas del régimen en 2017, Oscar Pérez: nuestra indiferencia y su muerte, los escritos de Laureano Márquez, Diego Arria y sus consejos, Lorenzo Mendoza y su trabajo, Almagro y su compromiso y hasta Jaime Bayly carajo, así como muchos otros nombres que se me escapan… A todos, gracias.
Ya basta de señalamientos falaces, mal intencionados y con ánimo saboteador, porque sin el esfuerzo oportuno de estos actores que aman a Venezuela hoy no tendríamos el apoyo internacional y mucho menos, una hoja de ruta para la transición y un nombre para liderarla.
Juan Guaidó finalmente es presidente interino de Venezuela y hemos llegado hasta hoy gracias a un enorme trabajo hecho por cada uno de los actores opositores en su momento. No lo olvidemos, seamos agradecidos.
Venezuela será un mejor país cuando pongamos el agradecimiento y el amor por delante, cuando apartemos el oportunismo sustituyéndolo por el trabajo productivo y creador y finalmente, cuando busquemos la justicia para llevar nuestras relaciones como personas y de las personas con las instituciones.

Eleazar Ramos
Múnich, enero 2019.