lunes, 10 de junio de 2019

Yo creo en Venezuela.

Estamos a junio de 2019. Se cumplen 5 meses desde que una nueva ofensiva opositora se diera a conocer contra el régimen dictatorial de Nicolás Maduro Moros encabezada por el novel presidente de la legítima Asamblea Nacional Parlamentaria el Ing. Juan Guaidó Márquez. En este tiempo 80 países, entre ellos Estados Unidos y Alemania, han reconocido al al Ing. Guaidó como legítimo presidente de Venezuela, al este invocar el vacío de poder surgido el pasado 10 de enero cuando Maduro Moros se juramentó para un nuevo período presidencial sin contar con la legitimidad correspondiente. Se considera que su mandato surge de unas elecciones convocadas por un ente viciado y nulo como lo es la Asamblea Nacional Constituyente invocada por Maduro con el único fin de perpetuarse en el poder, usando para ello un supuesto poder constituyente inexistente y alineando para si los demás poderes públicos, como son el electoral, judicial y moral. A todo esto se suma un estamento militar corrupto que sostiene la dictadura sometiendo a todo un país con un ya pasado de moda discurso patriótico que de tanto ser usado suena a demagogia torpe. Todo esto contrasta con una realidad brutal que en un eufemismo político hemos convenido en llamarla crisis humanitaria cuando la verdad es que estamos ante una de las más grandes tragedias de la humanidad, en donde se ha arruinado a un país y a su población y condenado a vivir con la muerte como única referencia de futuro.  Como siempre ha sucedido con las grandes tragedias de la humanidad, la humanidad misma no sabe como lidiar con ellas y por ello el tiempo que tarda en encontrar soluciones que no “ofendan” a ninguna de las partes que se sientan alrededor de la mesa donde se toman las decisiones. 
A esta tragedia producida por la incompetencia, la maldad, la falta de valores y el pensamiento delincuencial que tienen quienes nos gobiernan tenemos que sumarle una mayor, una tragedia con la que hemos vivido por años, con la que crecimos todos y que siempre nos acompañará sin importar quien sea el próximo o los próximos llamados a gobernar la patria, la tragedia es nuestra vocación de sabotearnos nosotros mismos. 
En todo lo que vemos no somos capaces de ver el lado positivo. Los venezolanos hemos sido programados para no reconocer ningún esfuerzo, nos cuesta agradecer las iniciativas y sobre todo no ayudamos a nadie que haya tenido una idea o acción, siempre estamos pensando que algún interés oculto debe haber tras una buena iniciativa. Ahora mismo vemos, leemos y sentimos como una vez más nos ha dado por señalar y acusar a la oposición de traición por no haber conseguido el derrocamiento del dictador, un dictador que representa un sistema que nos oprime desde hace 20 años, en solo 5 meses. En nuestro afán novelero y chismoso, perdemos el tiempo en cuentos de pasillos y alcobas, como si fuese problema nuestro que sucede en la vida privada de quienes han puesto de lado precisamente su vida para tratar de enfrentar al chavismo y a sus mentores cubanos del castrismo. En una demostración enorme de ignorancia y de simplismo de pensamientos hemos acusado de conchupancia a todo lo que de alguna manera ha usado al socialismo como forma de pensamiento, cuando la verdad es que mucho más de la mitad del mundo es gobernada por sistemas socialistas honestos, que enfrentan todo tipo de problemas y que tienen a sus poblaciones viviendo dignamente. Estos gobiernos, como cité anteriormente, enfrenta todo tipo de problemas menos uno, nuestro principal problema que es el afán que tenemos de no creer en nadie, de no querer el progreso y nuestra vocación a la miseria que nos han inoculado esos dos conceptos que hacen nuestro día a día: El bochinche y el qué dirán.
Hoy escribo muy triste, pertenezco a esa diáspora que el dictador y sus acólitos se niegan a reconocer, a esa diáspora que es criticada por opinadores de oficio que detrás de un aparente discurso opositor nos señalan de oportunistas. Una diáspora que es real, que sufre y llora todos los días por un país que ya no existe y que lo único que nos queda es rezar por los seres queridos que permanecen en una Venezuela que no se parece a la que extrañamos. Una diáspora que está luchando por mantener el nombre de Venezuela en alto. Yo si creo que hay gente buena que quiere hacer las cosas bien. Venezuela es una patria grande y bella, llena de riquezas naturales, no caigamos en canibalismos atávicos, hagamos el ejercicio de agradecer, reconozcamos los esfuerzos y apoyemos a quienes luchan contra esta tragedia histórica. Después ajustaremos cuentas, si hay traidores deben ser juzgados, pero no perdamos el rumbo hoy, el enemigo es Maduro y sus secuaces y 5 meses son pocos delante de la estructura para mantenerse en el poder que tienen estos delincuentes que se aprovechan de las bondades de las democracias, de los sentimientos de humanidad del mundo pero sobre todo, alimentan la pobreza mental para convertirnos en mercaderes del chisme y la cisaña.
Lo digo con todas sus letras. Yo si creo en el Ing. Juan Guaidó, creo que el mundo democrático si está haciendo las cosas, creo que el fin es claro y que la estrategia no debe ser revelada y sobre todo llamo a la prudencia. 
Nuestra tragedia es enorme, no la hagamos más grande cayendo en miserables acciones que solo benefician a nuestros opresores. Tengamos presente que cada vez que es atacado Guaidó o cualquiera de los opositores que luchan hoy, Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello y muchos más dentro del régimen sonríen al asegurarse más tiempo como dictadores.
Si crees en Venezuela, comienza por empezar a creer que hay más venezolanos buenos que malos. No somos una nación solo llena de recursos. Somos un país grande por su gente. Solo así saldremos de la ingominia.
Adelante Venezuela. Adelante Guaidó.