Sin lugar a dudas, Venezuela vive
el momento más rojo de los últimos años. A diferencia de otros tiempos, no
estamos pintados de rojo producto de una estrategia publicitaria o política, no
es el consumo de un producto masivo, ni es la última moda que se usa en otros
lugares; el rojo que hoy luce Venezuela viene de la sangre que se derrama a
diario, en su mayoría sangre joven, que contrasta con el color negro del
asfalto donde cae el vital fluido y se pierde cada vez que se trunca una vida
producto de la intolerancia y de la ambición desmedida de nuestros gobernantes.
Es la Venezuela de Bolívar, una
Venezuela marcada por la sangre de sus hombres y mujeres desde tiempos
prehispánicos. Esta particular tinta que sirve para escribir las páginas de
nuestra historia libertaria y optimista, siempre se derrama sobre las páginas
blancas de luto y sufrimiento de madres y hermanos en nombre del futuro.
Ser venezolano es nuestro sexto
sentido y no tiene nada que ver con nacer o vivir en Venezuela. Los venezolanos
somos como somos en gran parte por nuestro deseo de ser felices y vivir en paz.
Es por eso que un venezolano se queda en su país, es por eso que un venezolano
emigra, es por eso que un venezolano lucha y es por eso que un venezolano es
indiferente. Está en nuestros genes, está en nuestra sangre. Los venezolanos
siempre queremos ser felices. Las maneras de lograrlo son particulares, pero
cuando es imposible lograr la felicidad, el venezolano se une a otros en
busca de la misma y contagiamos a todos los que nos rodean para que nos ayuden
en esta misión. Por eso los amigos de Venezuela se hacen presente en la
palabra de cada extranjero que nos brinda su mano al pasar. No hablo de
gobiernos, hablo de gente.
Un venezolano es venezolano donde
se encuentre. El venezolano no sabe de posturas y siempre, aunque quiera o no quiera,
la gente sabrá que es venezolano. Es por ello que un venezolano lejos de sus
tierras siempre estará pensando en su madre, su madre Venezuela.
Un venezolano en Venezuela no es
feliz porque le arrebataron su Venezuela. Un venezolano en el extranjero no es
feliz porque le arrebataron su Venezuela, no hay diferencias entre uno y otro.
Los venezolanos todos estamos viviendo momentos amargos y quien está en el país
sufre por vivir en un país que ya no se parece a su país y quien está afuera
sufre por vivir en un país que no es su país y enterarse de lo que viven sus
padres, hermanos, hijos, amigos en un país que ya no se parece a su país.
Hoy más que nunca los venezolanos
estamos unidos en un sentimiento que se llama Venezuela. No importa donde
estén, se están haciendo sentir. La sangre de nuestros venezolanos nos hace un
llamado a todos.
Venezolano escucha tu sangre y si
sientes el llamado entonces es tu hora. ¡Es la hora de ser venezolano!
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