lunes, 12 de septiembre de 2011

Paciencia...



De las primeras cosas que leí la semana pasada, una biografía de S.S. Dalai Lama me engancho, me encontré con una cantidad de anécdotas así como un sinfín de citas que definen a este gran hombre y una frase en particular llamo mi atención, tanto que la copie en mi muro de Facebook® “Aprender la verdadera paciencia sólo se puede si entramos en contacto con alguien que genera experiencias desagradables.” Así como una canción parasita, esa palabra no me la saque de la cabeza durante toda la semana.  Mis gentiles lectores, mucho antes de saber lo que significan las palabras pero mucho después de saber leer yo decía a manera de chiste “Paciencia y en el codo resistencia” y mi hermana Eneida me sorprendió en una oportunidad con una frase que siempre me la recordara, Dios, dame paciencia, porque si pido fuerza… en fin, lo interesante fue que me pase una semana cultivando lo que creí entender de la frase del Dalay Lama, ante cada situación la frase se me aparecía, Mi padre, y su enfermedad, mi trabajo y sus contratiempos, la casa y sus necesidades, mi familia en general, mis relaciones, todas y cada una parecían enfrentar lo aprendido, pero no terminaba de cuadrar. La paciencia es un rasgo del carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarnos, esto parece sencillo pero conlleva una característica interesante, se refiere a la perseverancia, a la actitud del ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades para conseguir algún bien o mejora. Es muy interesante conocer que el origen de la palabra paciencia es la raíz latina pati que significa sufrir, de hecho el participio patiens se introdujo al castellano como paciente (en los hospitales) o “el que sufre.” Así la palabra misma nos recuerda que la paciencia implica sufrimiento, si bien ese sufrimiento se acepta con dignidad esperando una recompensa mayor que vendrá, ya sea con el simple paso del tiempo, con la perseverancia, o con la actividad correcta en los momentos correctos. Como rasgo de la personalidad madura, es la virtud de quienes saben sufrir, todo esto sin lamentarse, saber esperar con calma a que las cosas sucedan, siempre pensando que al suceder mejorara nuestra condición. Mi padre que en estos últimos tiempos ha sido Paciente perdería esa condición si su esperanza en mejorar se diluye… Tener paciencia es tener esperanza, Dios dame paciencia entonces… El sábado en la mañana por alguna razón que desconozco hoy estaba feliz, me desperté y vi a mi lado a Nayibe, fue cuando caí en cuenta de lo que realmente quiere decir la frase, 20 años de matrimonio no es tener paciencia, porque sería esperar algo mejor y en eso no se basa mi matrimonio, no le puedo tener paciencia al ser amado, solo lo amo, así a mis padres, solo los amo, y mis hermanos, hijos. Ninguno de ellos me ayuda a aprender la verdadera paciencia ya que con ninguno de ellos tengo experiencias desagradables. A decir verdad, es más difícil aprender la verdadera paciencia de lo que se cree, sin embargo creo que estamos en un país de pacientes ya que tenemos un interés consiente de soportar porque después se mejorara, unos porque creen y otros porque no creen, pero todos esperan y soportamos lo que estamos viviendo con la esperanza de que cambien las cosas y así soportamos a los desagradables que nos desgobiernan. Ahora si tiene sentido la frase, La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, es fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone a nuestra disposición para el continuo progreso interno, es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero en primer lugar con uno mismo. El discernimiento y la reflexión nos ayudara a ser pacientes, así podremos desarrollar una sensibilidad que nos va a permitir identificar los problemas reales y diferenciarlos de las contrariedades del día a día y por medio de ella afrontar la vida de manera optimista, tranquila y siempre en búsqueda de la armonía. Margaret Thatcher dijo una vez, “Soy extraordinariamente paciente, con tal que al final me salga con la mía.” Que arrogante, cuando todo sale a nuestra manera, es fácil mostrar paciencia. Mis queridos lectores, la verdadera prueba de paciencia, viene cuando nuestros derechos son violados; cuando nos cierran en el tráfico; cuando un grupo abusadores nos gobiernan; cuando nuestro compañero de trabajo se burla de nuestra fe, cuando nos dan consejos sin pedirlo, cuando a pesar de no entender la voluntad de Dios debemos aceptarla… Algunas personas piensan que tienen el derecho de enojarse ante las pruebas y aquello que les irrita. La impaciencia parece ser una ira santa, pero no lo es. Pues resulta mis queridos lectores que justo antes de terminar estas líneas, mi papa dejo de ser paciente, “El que sufre” dejo de sufrir, no se quejo, soporto con estoicismo hasta que su momento llego, de seguro donde está ahora está mejor, por ello no me permito quejarme, soporto su partida porque ahora el paciente soy yo. Soy extraordinariamente paciente, con tal que al final se haga la voluntad de Dios. Hasta siempre Padre, que Dios te bendiga...

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