De las
primeras cosas que leí la semana pasada, una biografía de S.S. Dalai Lama me
engancho, me encontré con una cantidad de anécdotas así como un sinfín de citas
que definen a este gran hombre y una frase en particular llamo mi atención,
tanto que la copie en mi muro de Facebook® “Aprender la verdadera
paciencia sólo se puede si entramos en contacto con alguien que genera
experiencias desagradables.” Así como una canción parasita, esa palabra no
me la saque de la cabeza durante toda la semana. Mis gentiles
lectores, mucho antes de saber lo que significan las palabras pero mucho
después de saber leer yo decía a manera de chiste “Paciencia y en el codo resistencia”
y mi hermana Eneida me sorprendió en una oportunidad con una frase que siempre
me la recordara, Dios, dame paciencia, porque si pido fuerza… en
fin, lo interesante fue que me pase una semana cultivando lo que creí entender
de la frase del Dalay Lama, ante cada situación la frase se me aparecía, Mi
padre, y su enfermedad, mi trabajo y sus contratiempos, la casa y sus
necesidades, mi familia en general, mis relaciones, todas y cada una parecían
enfrentar lo aprendido, pero no terminaba de cuadrar. La paciencia es un rasgo
del carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarnos,
esto parece sencillo pero conlleva una característica interesante, se refiere a
la perseverancia, a la actitud del ser humano a poder soportar contratiempos y
dificultades para conseguir algún bien o mejora. Es muy interesante
conocer que el origen de la palabra paciencia es la raíz latina pati que
significa sufrir, de hecho el participio patiens se introdujo
al castellano como paciente (en los hospitales) o “el que sufre.” Así
la palabra misma nos recuerda que la paciencia implica sufrimiento, si bien ese
sufrimiento se acepta con dignidad esperando una recompensa mayor que vendrá,
ya sea con el simple paso del tiempo, con la perseverancia, o con la actividad
correcta en los momentos correctos. Como rasgo de la personalidad madura,
es la virtud de quienes saben sufrir, todo esto sin lamentarse, saber
esperar con calma a que las cosas sucedan, siempre pensando que al suceder
mejorara nuestra condición. Mi padre que en estos últimos tiempos ha
sido Paciente perdería esa condición si su esperanza en mejorar se
diluye… Tener paciencia es tener esperanza, Dios dame paciencia entonces… El
sábado en la mañana por alguna razón que desconozco hoy estaba feliz, me desperté
y vi a mi lado a Nayibe, fue cuando caí en cuenta de lo que realmente quiere
decir la frase, 20 años de matrimonio no es tener paciencia, porque sería
esperar algo mejor y en eso no se basa mi matrimonio, no le puedo tener
paciencia al ser amado, solo lo amo, así a mis padres, solo los amo, y mis
hermanos, hijos. Ninguno de ellos me ayuda a aprender la verdadera
paciencia ya que con ninguno de ellos tengo experiencias
desagradables. A decir verdad, es más difícil aprender la verdadera paciencia
de lo que se cree, sin embargo creo que estamos en un país de pacientes ya que
tenemos un interés consiente de soportar porque después se mejorara, unos
porque creen y otros porque no creen, pero todos esperan y soportamos lo que estamos
viviendo con la esperanza de que cambien las cosas y así soportamos a los
desagradables que nos desgobiernan. Ahora si tiene sentido la frase, La
paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, es fortaleza para aceptar con
serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone a nuestra disposición para
el continuo progreso interno, es necesario tener paciencia con todo el mundo,
pero en primer lugar con uno mismo. El discernimiento y la reflexión nos
ayudara a ser pacientes, así podremos desarrollar una sensibilidad que nos va a
permitir identificar los problemas reales y diferenciarlos de las
contrariedades del día a día y por medio de ella afrontar la vida de manera
optimista, tranquila y siempre en búsqueda de la armonía. Margaret
Thatcher dijo una vez, “Soy extraordinariamente paciente, con tal que al final
me salga con la mía.” Que arrogante, cuando todo sale a nuestra manera, es
fácil mostrar paciencia. Mis queridos lectores, la verdadera prueba de
paciencia, viene cuando nuestros derechos son violados; cuando nos cierran en el
tráfico; cuando un grupo abusadores nos gobiernan; cuando nuestro compañero de
trabajo se burla de nuestra fe, cuando nos dan consejos sin pedirlo, cuando a
pesar de no entender la voluntad de Dios debemos aceptarla… Algunas personas
piensan que tienen el derecho de enojarse ante las pruebas y aquello que les
irrita. La impaciencia parece ser una ira santa, pero no lo es. Pues resulta
mis queridos lectores que justo antes de terminar estas líneas, mi papa dejo de
ser paciente, “El que sufre” dejo de sufrir, no se quejo, soporto con
estoicismo hasta que su momento llego, de seguro donde está ahora está mejor,
por ello no me permito quejarme, soporto su partida porque ahora el paciente
soy yo. Soy extraordinariamente paciente, con tal que al final se haga la
voluntad de Dios. Hasta siempre Padre, que Dios te bendiga...
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