sábado, 6 de agosto de 2011

Esperanza

        Aquí  estoy, una vez más, escribiendo con dolor de cabeza, los ojos rojos y el cuerpo gritándome que no puede más, no es una etapa toxica ni nada por el estilo, aunque pastillas estoy tomando, es mucho más sencillo, tengo gripe. Varios días con el malestar rondándome y tomando sobres de esos que tienen mucha publicidad en tv, la mejoría es mínima y temporal. Sintiéndome mejor me dispuse a ayudar a mi hermana @eneram en su mudanza y por supuesto el esfuerzo y el polvo hicieron lo suyo para agravar mi cuadro, lo cual no ha impedido que piense mucho sobre estas líneas que comienzo, ya saben, por aquello de “dicen que las musas no aceptan excusas” de mi querido Sabina. Hablando de mudanzas, yo perdí la cuenta de cuantas llevo y si sumo las de mi hermana, me hacen especialista en aquello de desarmar, embalar y armar. Es fácil asociar la palabra mudanza con cansancio, molestia, estrés e incluso con sentimientos de rabia, miedo, incertidumbre, pero les digo con mucha propiedad, que más que con cualquier palabra o sentimiento la asociación correcta es con esperanza.  17 años cuando me moví de mi natal pueblito a la capital a estudiar, un televisor, mi ropa, una caja de comida y la esperanza de un futuro mejor, residencias estudiantiles fueron varias la que recorrí, de todas me quedo algo, una vivencia, un recuerdo, un pedazo de vida. Amueblar un apartamento para casarme y luego vivir los primeros años de esa aventura llamada matrimonio, una vez más estaba presente la esperanza de ser felices. Por un trabajo propio, regreso a mi natal Ocumare y allí ver caminar a @EileenRamos y el nacimiento de @EllenhRamos, como no seguir sonriendo. De regreso a tierras mas frías igual abrigando la esperanza de un entorno mejor y de allí al caluroso Guárico. No importa cuál sea el motivo de tu movimiento, toda mudanza encierra el deseo de que las cosas vayan mejor por una sola razón, Dios no se muda, el vive en nosotros. Hoy hablaba con unos amigos que se fueron del país por la persecución que les tiene el gobierno por ser gente de poder y por encima del agobio esta la esperanza de regresar a la patria. ¿Hay algo más fuerte que la esperanza? por si sola es fe. De mi primera mudanza recuerdo que, así como hoy, tengo dos manos izquierdas para la cocina, reconozco que soy un verdadero desastre en esa sala de alquimia que todas las casas tienen. En la caja de comida estaban unas salchichas famosas en los ochenta, los “Chorifritos” y en un momento de hambre calenté agua y las puse a hervir, para cuando pensé que estaban listas las saque y me dispuse a comer, pero resultaron malísimas y muy “chiclosas” así que fui hasta el teléfono, disque llamando a mi mama de inmediato, para decirle que estaban malas a lo que ella me contesto, “hijo, en la caja habían dos paquetes anda y busca el segundo que yo espero” fui y las busque. Mi mama que no dice groserías me pidió que leyera la etiqueta ¿Cómo se llaman? “Chorifritos” “aja, tu no crees que si fuesen hervidas se llamarían “Chorihervidos”…? (Aquí es donde yo insertaría la correspondiente grosería ofendiéndome directamente nombrando a mi interlocutora). Aprendí que se debe leer  antes de pasar una pena y por supuesto ante ese fracaso culinario, quedo claro que a la cocina solo en dos ocasiones por casa, instalándola y desarmándola, eso en cada mudanza. Me quedan algunas mudanza, propias y ajenas, todas con la esperanza de por lo menos, ustedes me sigan leyendo. Hasta la próxima esperanza.

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