sábado, 13 de agosto de 2011

No veo la salida...



Veo a los lados, ¿Qué veo? Alzo la mirada ¿Qué veo? Bajo la cabeza ¿Qué veo? No veo la salida… 
Siendo aun muy joven, me enfrente por primera vez a un fracaso en los estudios, había una materia que no entendía y la consecuencia directa de ello fue que la reprobé. Castellano para mí, era una barrera y gracias a ella me quede las vacaciones completas estudiando (antes se reparaba en septiembre), al principio de los ochentas no habían muchas opciones, sin internet, sin televisión por cable, satélites mucho menos, una consola Atari y mi mamá fueron todo ese tiempo, De los juegos hablare en otra ocasión, quiero hablar del presente, pero me es necesario recordar que hizo mi madre con la asignatura pendiente. Resulta que en la casa había un lugar reservado solo a mi padre, su biblioteca, su gran biblioteca, era otro país, se requería de permiso especial para entrar, aun hoy me sorprendo de lo que se puede encontrar en ella, libros y revistas de toda índole, con los años me di cuenta que papa había leído todo lo que pudo, de ese sagrado lugar mi mama saco dos libros, Humor y amor de Aquiles Nazoa y  Repertorio poético de Luis Edgardo Ramirez, con mucho cuidado, marco algunas hojas y me los entrego diciendo “Aquí están tus vacaciones” el plan era sencillo, que estudiara la materia y cuando no, que leyera algo de estos dos libros. La depresión que tenia, para la edad, era muy grande, no veía la salida, no encontraba la forma de entender aquellas letras. Que ironía pensar que son las mismas de hoy.
                “Le cortare las manos, como ejemplar castigo, a quien desde hoy de alguna limosna a algún mendigo, para acabar con esa costumbre  inveterada de andar tanto haraposo por mi ciudad sagrada”
                Así comienza Teodoro Gutiérrez Calderón uno de los textos que más he leído en mi vida La mujer de las manos cortadas 
                    La vida humana, dependiendo de nuestra educación domestica y de la manera de relacionarnos con el mundo más tarde, puede ser una sucesión de experiencias hermosas, nutritivas y significativas que nos permiten alcanzar plenitud y paz. También es posible, sin embargo, que esas experiencias resulten frustrantes, dolorosas y desalentadoras. Muchos de nosotros en algún momento hemos sentido que estamos atrapados, agobiados sin llegar a la decepción ni a la desesperación, esta sensación se llama Desesperanza. En estos tiempos es muy común escuchar a nuestro alrededor a muchos que consideran una pérdida de tiempo reclamar sus derechos, no vale la pena, ¿quién nos escucha? ¿A quien le vamos a reclamar si son ellos mismos? Veo a los lados, ¿Qué veo? Alzo la mirada ¿Qué veo? Bajo la cabeza ¿Qué veo? No veo la salida…
                En septiembre de aquel año pase la materia, mi mama no solo me puso a estudiar, me enseño que leer, no basta saber leer, así mismo hoy mis queridos lectores, no basta saber que son injustos con nosotros, no basta quejarse, hay que hace la tarea, reclamar, hacer la denuncia, dejar por escrito que están abusando y que sus acciones deben ser conocidas, porque al igual que la desgraciada mujer  a quien un sultán miserable y mezquino le mando a cortar las manos por dar de comer a un mendigo, en su debido momento, se aparecerán nuestras acciones cual panes agradecidos, para hacer justicia, devolvernos nuestras manos y construir ese país hermoso para nuestros hijos y nietos.  
             Veo a los lados, ¿Qué veo? Alzo la mirada ¿Qué veo? Bajo la cabeza ¿Qué veo? No veo la salida,
Pero puedo ver.

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