Veo a los lados, ¿Qué veo? Alzo la mirada ¿Qué veo? Bajo la cabeza ¿Qué veo?
No veo la salida…
Siendo aun muy joven, me enfrente por primera vez a un
fracaso en los estudios, había una materia que no entendía y la consecuencia
directa de ello fue que la reprobé. Castellano para mí, era una barrera y gracias a
ella me quede las vacaciones completas estudiando (antes se reparaba en
septiembre), al principio de los ochentas no habían muchas opciones, sin
internet, sin televisión por cable, satélites mucho menos, una consola Atari y
mi mamá fueron todo ese tiempo, De los juegos hablare en otra ocasión, quiero
hablar del presente, pero me es necesario recordar que hizo mi madre con la
asignatura pendiente. Resulta que en la casa había un lugar reservado solo a mi
padre, su biblioteca, su gran biblioteca, era otro país, se requería de permiso
especial para entrar, aun hoy me sorprendo de lo que se puede encontrar en ella, libros y revistas
de toda índole, con los años me di cuenta que papa había leído todo lo que
pudo, de ese sagrado lugar mi mama saco dos libros, Humor
y amor de Aquiles Nazoa y Repertorio poético de Luis Edgardo Ramirez, con
mucho cuidado, marco algunas hojas y me los entrego diciendo “Aquí están tus
vacaciones” el plan era sencillo, que estudiara la materia y cuando no, que
leyera algo de estos dos libros. La depresión que tenia, para la edad, era muy
grande, no veía la salida, no encontraba la forma de entender aquellas letras. Que ironía pensar que son las mismas de hoy.
“Le cortare las manos, como
ejemplar castigo, a quien desde hoy de alguna limosna a algún mendigo, para
acabar con esa costumbre inveterada de
andar tanto haraposo por mi ciudad sagrada”
Así comienza Teodoro
Gutiérrez Calderón uno de los textos que más he leído en mi vida La mujer de las manos cortadas
La vida humana, dependiendo de nuestra educación domestica y de la manera de relacionarnos con el mundo más tarde, puede ser una sucesión de experiencias hermosas, nutritivas y significativas que nos permiten alcanzar plenitud y paz. También es posible, sin embargo, que esas experiencias resulten frustrantes, dolorosas y desalentadoras. Muchos de
nosotros en algún momento hemos sentido que estamos atrapados, agobiados sin
llegar a la decepción ni a la desesperación, esta sensación se llama Desesperanza. En estos tiempos es muy común
escuchar a nuestro alrededor a muchos que consideran una pérdida de tiempo
reclamar sus derechos, no vale la pena, ¿quién nos escucha? ¿A quien le vamos a
reclamar si son ellos mismos? Veo a los lados, ¿Qué
veo? Alzo la mirada ¿Qué veo? Bajo la cabeza ¿Qué veo? No veo la salida…
En septiembre de aquel año pase
la materia, mi mama no solo me puso a estudiar, me enseño que leer, no basta
saber leer, así mismo hoy mis queridos lectores, no basta saber que son
injustos con nosotros, no basta quejarse, hay que hace la tarea, reclamar,
hacer la denuncia, dejar por escrito que están abusando y que sus acciones
deben ser conocidas, porque al igual que la desgraciada mujer a quien un sultán miserable y mezquino le
mando a cortar las manos por dar de comer a un mendigo, en su debido momento,
se aparecerán nuestras acciones cual panes agradecidos, para hacer justicia,
devolvernos nuestras manos y construir ese país hermoso para nuestros hijos y
nietos.
Veo a los lados, ¿Qué
veo? Alzo la mirada ¿Qué veo? Bajo la cabeza ¿Qué veo? No veo la salida,
Pero puedo ver.
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